Excelente extracto del Libro "Los Moriscos que no se fueron" de Elena Pezzi... "Los Maños"
Elena Pezzi
La palabra “maño”, según el Diccionario de la Real
Academia, designa, figurada y familiarmente, “aragonés”, como primera
acepción, pero también se encuentran, como particulares de Aragón y
Chile, las de “hermano” y “expresión de cariño entre personas que se
quieren bien”.
Se dice también “vestirse de maño” al hablar de la
indumentaria popular de esta región, de indudable origen morisco toda
ella, como también parece ser árabe la palabra “jota”, su canto
nacional.
Como introducción a este estudio, haremos un breve repaso
histórico de la población mudéjar y morisca en Aragón, que nos sirva de
base para buscar un posible origen de los maños, y, después, un estudio
etimológico de esta palabra, para tratar de confirmar nuestra tesis
sobre el entronque de los maños con los descendientes de los moriscos
aragoneses.
A partir del año 1170, en que, tras la conquista de
Teruel por el rey Alfonso II, termina propiamente la reconquista
aragonesa, los musulmanes que permanecieron en Aragón formaron un grupo
compacto establecido principalmente sobre las orillas del río Ebro y en
los valles inferiores de sus afluentes de la derecha, siendo muy
numerosos también en la provincia de Huesca.
Según las palabras de
María Jesús Viguera, con las que termina su libro Aragón musulmán: “Hay
evidencia de que la población musulmana sometida continuó, en su mayor
parte, en las tierras de la antigua Marca Superior ahora bajo el poder
cristiano, pues los lugares principales se sometieron por capitulación.
Esta población fue bastante densa en la zona de Tudela, en los cursos
del Ebro y el Jalón, y en el Bajo Aragón, y superaba a veces en
principio a la cristiana. Todo esto trajo consigo la perduración de
algunas estructuras de la vida musulmana, y su incorporación a la esfera
cristiana en términos administrativos, artesanales, sistemas de riego y
de cultivo… pero la situación mudéjar y luego la morisca son ya otra
historia.
Fue sobre todo el elemento popular de la población
musulmana el que permaneció bajo el dominio de los conquistadores: en su
mayor parte, fue la gran masa del pueblo campesino que siguió
cultivando las tierras, algunas veces como propietarios de ellas, otras
veces, las más, como siervos o colonos de los nuevos amos; también se
quedaron como mudéjares o “tributarios”,los pequeños industriales y
artesanos, albañiles, alarifes, alfayates, alfareros, borceguineros,
zurradores (nombre árabes que quedaron para siempre en las lenguas
hispánicas), establecidos, principalmente, en Zaragoza, Huesca Calatayud
y Teruel.
Los sarracenos o moros, como son llamados en los
documentos (nunca se les llamará mudéjares), eran conocidos en Aragón
desde muy antiguo como maurí captí, “moros cautivos o prisioneros de
guerra”.
A partir de la expansión cristiana por tierras aragonesas se
sumarán a aquellos también los maurí pacis, no capturados sino rendidos
por capitulación, los cuales constituirán una inmensa mayoría, que
continuará ejerciendo sus ocupaciones habituales, las mismas que
desarrollaban antes de la conquista.
En 1099, Pedro I concede a los
moros de Naval, que facilitaron su ocupación por los cristianos,
diversas exenciones económicas, aparte de conservar la plena propiedad
de sus inmuebles y la libertad religiosa. Esta comunidad duró hasta la
expulsión de los moriscos en el 1610.
Los jueces municipales del
siglo XII tienden a la equiparación jurídica de cristianos, moros y
judíos. Jaime I dispuso, en 1242, que judíos y sarracenos podían
convertirse libremente, prohibiendo que se les moteje de renegados,
tornadizos o con palabras injuriosas semejantes.
Las Cortes de 1301
ordenaron que los moros llevaran un signo exterior, procurando que en su
hábito pudieran ser distinguidos adecuadamente de los cristianos, fuera
de su barrio, y por el que se reconociese su condición diciendo:
“Porque
los moros de Aragón no van signados, antes van a manera de cristianos,
por la qual cosa muytos pecados et scandalos se siguen et muytos no son
conocidos por moros”
Estas palabras demuestran la fusión de ambos pueblos que lentamente se iba verificando.
Se
les había obligado a afeitarse la barba, a cortarse mucho el pelo, en
redondo, de acuerdo con costumbres, y además, en las Ordenaciones de la
Pahería de 1436 izquierdo, una señal, consistente sus antiguas en una
pieza de tela cosida, en forma de lengua de buey, color rojo o amarillo;
en verano este signo se cosía sobre el calzón ancho o “zaragüel” (en
catalán “saragüell”, del árabe sarawîl), única prenda que llevaban,
junto con la camisa, un chaleco (negro o aceitunado para el trabajo, y
rojo,, naranja o de otro color chillón para las fiestas) y una faja
amplia a la cintura (gris para los días de trabajo, y rojo o blanco para
los días de fiesta). Calzaban alpargatas, sobre las piernas desnudas,
sin medias. La cabeza cubrían, en principio, con un turbante, pero luego
éste se redujo a simple pañuelo, anudado sobre la sien, de la misma
manera que se ha seguido llevando por los agricultores de la zona hasta
hace muy poco tiempo. En invierno se cubrían con una capote de lana o
capa corta, nunca hasta los pies. Todas estas prendas eran usadas aún a
finales del siglo pasado, a pesar de que a partir del año 1500 habían
sido prohibidas a los moriscos, convertidos de forma forzosa.
Las
mujeres moriscas llevaban faldas de mucho colorido, especialmente en las
fiestas, semejantes a las que después se denominaron de “tela de
casulla”, en finos tejidos de seda, con bordados de rica decoración,
sobre todo con temas florales.
En los documentos medievales
cristianos se hace referencia a las ocupaciones que durante varios
siglos tuvieron estos mudéjares: algunos ocuparon cargos en las aljamas,
pues existía una minoría culta, con funciones religiosas, judiciales y
administrativas, como teólogos coránicos, letrados, Juristas, escribanos
o médicos; pero la mayor parte eran simples agricultores de huerta, muy
entendidos en ello y expertos en regadíos, cultívando tierras de los
grandes señores cristianos, o bien eran buenos artesanos, como
tejedores, sastres, herreros, espaderos, arcabuceros, ballesteros,
guarnicioneros, zapateros (borceguineros), alfareros, caldereros,
carpinteros (fusteros), yeseros, escultores, albañiles (aljeceros) y
Maestros de Casas, que mantuvieron la tradición de la artesanía morisca y
sus motivos decorativos, como la arquitectura “mudéjar”; también era
importante el gremio que formaban los mozos llamados “raíces”
(corrupción de “arraez”, del árabe ra ‘is, ‘capitán de barco’), que
monopolizaban el tráfico fluvial por el Ebro, o el oficio de los
fabricantes de pólvora, que compraban el salitre en Zaragoza y la
vendían, principalmente en Valencia, para las fiestas, celebradas
siempre con bailes, hogueras y juegos de “polvoristas”. Casi todos eran
analfabetos, o con un muy escaso conocimiento de escritura árabe,
estudiada en las escuelas coránicas que existían en cada aljama, para la
lectura del Corán.
Cuando en 1502 los Reyes Católicos, después de la
rebelión de las Alpujarras, decretan la salida del territorio español
de todos los moriscos no bautizados, son exceptuados de esta expulsión
los moriscos del reino de Aragón, debido a las súplicas de sus propios
señores, por el duro golpe que representaba para sus economías la
despoblación masiva que hubiera supuesto para comarcas enteras de este
reino.
En 1519, las Cortes del reino de Aragón, reunidas en Zaragoza
firman lo acordado en las Cortes de Monzón de 1510, de no modificar el
”status” del 1502, y Carlos I juró respetar la exención de expulsión de
los moriscos de este reino.
También las Cortes de Monzón de 1518
acordaron una serie de disposiciones de tolerancia para los moriscos de
los territorios de la Corona de Aragón, según los deseos de la mayoría
de los señores que intercedían a favor de los moros establecidos en sus
señoríos. Sin embargo, se acordó suprimir las morerías, conservadas
desde la reconquista, y se mando que los nuevos conversos vivieran
mezclados con los cristianos viejos, sin restricción alguna en su
derecho de fijar su domicilio en cualquier lugar.
Es interesante el
hecho de que la población campesina aragonesa que trabajaba por cuenta
ajena estuviera dividida en dos categorías, determinada por su
procedencia: los siervos de origen cristiano eran llama mezquinos, los
de origen moro exaricos; lo curioso es que para ambas nominaciones se
emplease una palabra árabe: miskin, ‘pobre, indigente´ as-sarik,
‘aparcero’, lo cual prueba la difusión de la lengua árabe entre los
mismos cristianos.
La Inquisición aragonesa, que fue muy rigurosa con
los criptojudíos fue sin embargo muy tolerante con los criptomoriscos,
que sufrieron pocas persecuciones, quizás por la protección de sus
poderosos señores, a quienes les interesaba que se les respetase, a
pesar del convencimiento de que la mayoría de los nuevos conversos
continuaban practicando ocultamente sus ritos y creencias; su conducta
ante el ritual católico no dejaba lugar a dudas: no se arrodillaban ante
el Santísimo, huían de las predicaciones incluso practicaban actos de
ofensa de los cristianos y de su religión, con actos sacrílegos o
hablando durante las ceremonias. Bien es verdad. que con los años,
después de las expulsiones, estas prácticas se fueron perdiendo aunque
hay constancia de que aún quedaban restos de ellas en el siglo XVIII, y
probablemente hasta más adelante, como parecen demostrar los hallazgos
de libros aljamiados en antiguas casas moriscas.
El criptomorisco
usaba habitualmente un doble nombre: uno oficial como cristiano,
acompañado de un apellido que, generalmente, era un nombre de santo o de
oficio, y otro nombre árabe familiar, doméstico, que con el tiempo pasó
a ser apodo de su casa o familia. Pita Mercé afirma que en los pueblos
de las zonas moriscas leridanas se hallan apodos antiguos de casas del
país, que son adaptaciones de las denominaciones árabes que usaban sus
ascendientes moriscos.
También hace hincapié Pita Mercé, respecto al
carácter de los moriscos, que su trato externo era poco cortés y
respetuoso, siguiendo la tendencia morisca de hablar a gritos y con
formas poco correctas; trataban, con poco respeto a las autoridades
cristianas, a las que tuteaban, conforme a la práctica musulmana de
tutear a todo el mundo, costumbre que, por herencia, aún conservan los
descendientes de moriscos del Bajo Segre y del Bajo Cinca, así como
también otras cualidades que les eran características, como la poca
afición al alcohol, distinguiéndose por su amor al trabajo, su
frugalidad, y su buena administración, no malgastando su economías, son
formales en sus tratos y cumplen en general la pabra dada en los
contratos y pactos, que raramente escriben. En estos pueblos de
ascendencia morisca abundan muy poco los borrachos, los jugadores,
malhechores o mendigos y en general todos sus vecinos son personas
honorables y hacendosas.
Es difícil hacer una evaluación de la
demografía de las diversas zonas preponderante de población morisca,
tanto en el territorio aragonés como en el catalán, pues se observan
muchas anormalidades en los censos que se fueron haciendo sucesivamente,
probablemente por el deseo de encubrir oficialmente a muchos moriscos,
cuya expulsión se quería eludir. Los mismos señores , cuyas tierras
trabajaban, los hacían constar como cristianos, no para protegerlos sino
también para que tributasen menos y así eludir las cargas fiscales.
Cabezudo Astrain cita 36 nombres de pueblos o aldeas que estaban
habitados exclusivamente por moriscos.
Entre las opiniones
consultadas en 1610, para valorar el hecho de la Expulsión incluso de
los hijos de los moriscos aragoneses, merece destacarse las omitida por
Fray José González, por la mesura de sus palabras:
“Es
derecho natural y divino segun el comun sentir de los doctores que los
inocentes por ningun caso ni causa deben ser condenados. Solo en el caso
cierto de peligrar una república se podria hacer por ser el menor de
los males”.
“Son los moriscos de Aragon menos que los de Valencia y
Andalucia, y gente muy pobre y miserable: no se atreverán á menear; y
cuando lo hagan y quieran algunos de ellos amotinarse, no basta eso para
que de ahí resulte tanto peligro ni para quedar en tanto aprieto como
es menester para justificarse la condenación de tantos inocentes
“No
basta decir que no es castigarlos sino permitir que se vayan, y permitir
un mal que se pueda evitar es lo mismo que cometerlo”.
“Estos niños
inocentes, por el mismo caso que están baptizados están debajo del
amparo de la Iglesia, cuyos hijos son más que de sus propios padres”.
En
la carta dirigida al rey por D. Manuel Ponce de León, el agosto de
1609, aconsejando los puntos más fundamentales para la construcción de
fortalezas, en previsión de posibles levantamientos moriscos se hace
hincapié en la preferencia que debe darse a la defensa de la costa
mediterránea, especialmente la de Valencia y Cartagena, por estar
situada “ muy cerca de Berbería”, pues aunque la colindancia de Aragón
con la frontera francesa también entrañaba algún peligro, afirma: “Los
moriscos de Aragón son según he entendido en mucho menor número”;
recomienda también extremar las medidas de precaución en el
comportamiento de los moriscos, con prohibiciones más severas: que no se
les consienta otro oficio que el campo, que no se les permita caminar
de unos lugares a otros. A los que se casen se les imponga un tributo
tan alto que sea éste fuerte obstáculo para ello y que no se les conceda
ninguna dispensa consanguinidad en ningún grado (aunque sí advierte la
conveniencia favorecer los matrimonios con cristianos viejos), que no se
les permita a los señores la composición en delitos criminales, sino
que todas las penas se cumplan en galeras, aunque, si son moderados,
puedan conmutarse por trabajos en las minas, y que, en ningún modo se
les permita el uso de la lengua árabe; lo que ciertamente resulta
incongruente, y más bien podría decirse un tanto cínico, es que, tras
estas recomendaciones, sugiera al rey que dé nueva orden a los señores
de vasallos para que “los traten con toda apacibilidad ó blandura, para
que en ningún tiempo tengan disculpa por estas causas de intentar ningún
desacato”.
Cuando en 1610 toda la población morisca española se vio
obligada a emigrar, de Aragón salieron cerca de 61.000 moriscos, que
debían embarcar en Los Alfaques, es decir, más del 15 % de la población
total del reino según la estadística hecha por Henri Lapeyre; entre
estos moriscos no se encontraban los de Fraga, que, por medida especial
de protección, fueron expulsados más tarde, probablemente por la
influencia del Marques Aytona, encargado por el rey de hacer cumplir las
medidas de expulsión,para intentar salvar del exilio a los más posibles
de sus súbditos moriscos por lo cual en el Bajo Segre y el Bajo Cinca
quedaron de hecho muchos morisco.
Pita Mercé da la cifra de 4.000
deportados del país leridano, pero indica que probablemente muchos de
ellos desaparecieron en el viaje que los llevaba hasta la costa,
dedicándose a partir de ese momento al nomadismo o estableciéndose en
otros lugares donde no fueran conocidos, afirma:
“En
realidad, creemos que los cristianos nuevos de origen morísco del país
leridano que cumplieron efectivamente la orden de expulsión, fue
solamente la tercera parte del total de los existentes, es decir los más
conocidos y distinguidos entre ellos por su carácter de moriscos…; pero
entre los moriscos pobres, más o menos adaptados a la conversión,
fueron mayoría los que bajo pretexto de una u otra consideración se
quedaron en el país. Sólo esta permanencia de más de la mitad de la
población morisca del Bajo Segre y del Bajo Cinca, puede explicar los
rasgos moriscos que afloran hasta hoy en la población actual de dichas
comarcas. Creemos que en 1610, en la zona leridana habría un total de
10.000 moriscos o más y de ellos, solamente unos 4.000 salieron para el
destierro”.
Sobre la demografía morisca del Bajo Segre en
1610, Pita Mercé da los siguientes datos: Aytona con 724 moriscos, de
los que salen expulsados 644; Serós 783, de los que salen 718; en la
comarca de Flix son unos 33 los que se salvan oficialmente, de 784
censados en Ascó, 260 en Flix y unos 315 en Ribarroja, no habiendo
ninguna expulsión en otras muchas poblaciones. Para la comarca del Bajo
Cinca se dan las siguientes cifras de población morisca: Mequinenza 260,
Fraga 245, Albalate 190, Alcolea 45, pero no los hay oficialmente en
otros muchos pueblos de gran raigambre morisca. Algo semejante ocurre en
la comarca de Caspe, de donde solamente salen 740 de esta ciudad y
ninguno más entre los pueblos de su comarca. En la comarca de Alcañiz,
la situación que da es la siguiente: Calanda 1.905 moriscos, la mayor
parte de su población, y Foz Calanda con 440, siendo inexplicable la no
constancia de moriscos en Alcañiz, sólo justificable por el hecho de que
éste fuese un señorío inatacable, por la influencia eficaz de su señor,
como es el caso también de los moriscos de lá comarca de Tortosa. En la
comarca de Pina-Sástago, al sur de los Monegros, se da oficialmente lo
siguiente: Gelsa 1.655 moriscos, Sástago 850, Alborge 540, Escatrón 420,
Pina 460, La Zaida 305 y Cinco Olivas 280, de los demás, tan moriscos
como Azaila y Alforque, no se tienen datos. En la comarca de Elijar:
Puebla de Híjar 2.035, Urrea de Híjar 2.005, Híjar 705, Samper 550 y
Jatiel 225. En la comarca de Barbastro: Naval 275, Pueyo 80, Ripolí 65,
Barbastro 15 y Enate 15, cifras muy bajas, quizás debido a la influencia
del Obispo de Barbastro, según el testimonio de Aznar Cardona, por lo
que no cabe extrañarse de que no aparezcan tampoco en Monzón, Binéfar,
Binaced, Alfantega y tantos otros.
Todavía en 1613 es preciso que se
publique una nueva Real Cédula, dirigida a los virreyes de Aragón,
Navarra, Valencia, Cataluña y Portugal, y a las justicias de Castilla,
para que se cumplan estas ordenanzas de expulsión, que no acaban nunca
de cumplimentarse, en la cual se dice, para justificar la reiteración de
las disposiciones:
“… Y aviendo
ahora entendido por relaciones muy ciertas y verdaderas, que me han
embiado personas fidedignas y zelosas de mi servicio y del bien público,
que buelven a estos Reynos muchos moriscos de los que ya havian salido
dellos, y que no salen ningunos de los que para irlos expeliendo avian
quedado…”
“… Y porque he entendido que una de las principales causas
que ha avido para bolverse tanta gente de los moriscos, ha sido las
muchas licencias que se han dado por diversos tribunales y personas,
para quedarse á títulos de viejos y otras causas de que han informado
con siniestras relaciones y probanzas falsas..:”
• Estudio etimológico:
Ante
todo, hemos de tener en cuenta que las etimologías dadas hasta ahora
para la palabra “maño” no pueden considerarse como plenamente
satisfactorias, ni aún como meramente aceptables. Los profesores
Coromínas y Pascual la consideran como de origen incierto, no aceptando
su derivación, por aféresis del vocablo “hermano”, sugerido como étimo,
por la dificultad de explicar la aparición de la ñ, ni tampoco les
parece verosímil que venga de magnus, por no ser pertinente el paralelo
semántico.
Por otra parte, la abundancia de términos árabes usados
popularmente en Aragón, debida a la importancia que en este reino tuvo
la población mudéjar y morisca, durante los siglos XII al XVI, permite
que pueda ser aceptable la adjudicación de un étimo árabe para este
vocablo, usado especialmente para designar a los hombres y mujeres del
pueblo aragones.
Pienso que este étimo es un vocablo árabe que cumple
todos los requisitos fonéticos y semánticos para ser aceptado como tal:
éste es el caso de la voz ma’nuw, ‘cautivado, sometido, humillado’, la
cual, por el efecto del sonido gutural del ‘ayn sukunado, habría de
sonar vulgarmente como *magnu o *mannu; en ambos casos, la resultante
sería siempre la aparición de la ñ romance, para pasar a ser “maño”,tras
una forma arcaica “mañó”, que todavía se conserva como apellido,
especialmente en el reino de Valencia, en donde encontramos tanto Maño
como Mañó, y también Mañé; en Tarragona también se encuentran los
apellidos Munné y Monné, sin duda emparentados en su origen con los
anteriores, según veremos más adelante.
Es interesante, a este
respecto, la forma popular recogida por Corominas, como frase habitual
entre baturros: “oye, máñooo; qué haces, máñaana”, en donde, a pesar del
acento gráfico sobre la a de la primera sílaba, se ha alargado la
segunda con las tres oes o las tres aes, como un recuerdo vivo de la
primitiva terminación árabe en una u larga seguida de waw, lo cual
equivaldría también a un sonido uuu.
Pues bien, esta palabra ma’ nuw
es el participio pasivo de la forma 1 del verbo ‘aná, de la cual nos da
Kazimirski los siguientes significados:
Sufrir la cautividad, haber experimentado las penas de la cautividad junto a alguien, entre gentes. Abajarse, humillarse.
Bajo
la vocalización ‘aníya significa: – Haber sufrido como cautivo las
penas de la cautividad entre extranjeros. .- En general, experimentar
pena, sufrir. En la forma II: .- Retener a alguien como cautivo.
El
participio activo, ‘;ání, significa ‘cautivo’, y el pasivo de la forma ,
mu´anná, es traducido por ‘retenido, contenido y forzado a quedar en
alguna parte a pesar suyo’. El participio pasivo de la forma , mu´ná
significa en Kazimirski también ‘el que está retenido como cautivo’,
pienso que éste es el étimo adecuado de los apellidos catalanes, citados
anteriormente, Munne’ y Monne’, que vendrían a ser sinónimos de “maño”.
Igualmente,
considero que tiene el mismo origen el apellido catala’ Vilademanys,
como “Villa de maños”. En documentos catalanes de 1386 aparece
mencionado frecuentemente el caballero Bernal de Villa de Manys enviado
de Pedro el Ceremonioso en el campo de Tarragona . Ateniéndonos, pues, a
todas estas acepciones, podernos deducir una clara conclusión con
respecto a la adecuación de este vocablo. También Pita Mercé cita, entre
los poblados con exclusiva población morisca que quedaron deshabitados
totalmente a consecuencia de las pestes que asolaron la región a finales
del siglo XIV y principios del XV, uno llamado Valmanya, que considero
que debió significar “valle maño”.
Otras voces se han empleado
también en Aragón para designar al hombre sencillo del pueblo, como
“baturro”, que tiene un sentido de rústico o el de “matraco”, con el que
se denomina en Huesca al campesino vestido con el traje de “maño” , con
un sentido también peyorativo, como de hombre zafio, que no sabe
desenvolverse.
Igualmente, creo que “matraco” es voz árabe, de la
misma raíz que la palabra “matraca” En este caso mítráq, matráqa en el
árabe hispano, como vemos en Pedro de Alcalá, cuando cita muchos nombres
de instrumento, palabra que tiene el valor de ‘hombre muy taciturno y
que tien los ojos bajos y fijos en elsuelo’, actitud normal en el hombre
timido que llega a la ciudad y se encuentra en ella como gallina en
corral ajeno; también tiene este vocablo una segunda acepción como ‘vil,
despreciable’ que debió de servir para aceptar la castellana de
‘palurdo’, con la que se define también este vocablo.
• Conclusiones:
Creo,
sinceramente, que “maño” fue el calificativo que quedó entre los
mudéjares aragoneses para designarse entre ellos afectivamente, como
compañeros de cautividad, hermanos de infortunio, miembros de un pueblo
sometido.
Más adelante, cuando la fusión étnica y religiosa borró
esta discriminación, “maño” designó al hombre del pueblo, en general,
sin resentimientos de origen, pero conservando el carácter afectivo de
hermandad que debió de tener en su primer momento.
La abundancia de
léxico de origen árabe que existe en el lenguaje popular aragonés es tan
amplia, que hemos de pensar, por tanto, como muy posible un étimo árabe
para “maño”. Así mismo, la toponimia árabe es igualmente muy abundante,
e incluso aún se conservan en algunas zonas rurales la tradición de
muchas canciones moriscas, no sólo por sus temas, en los que se trata de
amores entre una cristiana y un moro o de un cristiano y una mora, o
sobre alguna historia de un legendario rey moro, sino también por su
léxico, en el que se mezclan palabras procedentes del dialecto vulgar de
“algarabía” o en forma de “aljamia”, adaptación de las lenguas
castellana o catalana a la fonética árabe.
Cita Pita Mercé el caso
del pueblo de Chiprana, cerca de Caspe, “cuya población, según fama
llegada hasta hoy, es toda ella de origen converso, no se sabe bien en
el país si son moriscos o judíos, y que hasta pocos años, vivía muy
aislado y con características y costumbres muy propias, que hacen pensar
en una comunidad morisca que ha sobrevivido hasta este siglo,
salvándose de la expulsión, como tantos otros moriscos aragoneses
individualmente”.
Considera este mismo autor que “es posible que en
estos pueblos las predicaciones de San Vicente Ferrer, lograran una
masiva y sincera conversión de toda su población morisca, que se debió
integrar totalmente en el resto de la población y con ello desapareció
en dichas localidades el problema racial y político de los moriscos como
minoría individualizada y autónoma”. Según Cabezudo Astrain, las
conversiones fueron muy frecuentes desde principios del siglo XVI, y
éstas debieron ser sinceras pues en el Archivo de la Inquisición
aragonesa se encuentran rarísimos procesos contra moriscos conversos.
Si
nos atenemos a los documentos conservados sobre la actuación de los
inquisidores, según los datos recogidos por Blázquez Miguel, podemos
recoger sus palabras: “En toda España, desde 1540 hasta 1614 se
procesaron, como mínimo, unos 9.600 moriscos. Si consideramos su numero
unos 320.000, el porcentaje es muy bajo y hay que considerar que la
mitad lo fueron por los tribunales de Valencia y Zaragoza”
Se conocen
casos como el del morisco Farax el Gali, que recibió el nombramiento de
Maestre Mayor de la Alfarería, transmisible a sus herederos que se
quedaron en Zaragoza después de la expulsión, convertidos, pues consta
en los documentos que contrataban ya sin la denominación “moros” y con
nombres cristianos. Entre las familias distinguidas de Zaragoza, de
origen morisco, pueden citarse, además de los Cali, a los Xama, los
Brea, los Ambasil, Los Allobar, Los Ceuta, y otros más .
http://interculturalita.blogspot.com.es/2009/11/los-moriscos-que-no-se-fueron-los-manos.html
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