El burka en el espejo de la islamofobia
Los verdaderos problemas de los musulmanes españoles son ignorados. Los musulmanes no son considerados como ciudadanos, sino como una minoría de la cual sacar votos y noticias
Europa avanza hacia el fascismo, enarbolando la bandera de la islamofobia
La polémica generada en torno al uso del burka y del niqab nos habla de nosotros mismos, de la miseria de nuestra clase política y de la basura mediática con la que se nos alimenta. Se trata de una cortina de humo, destinada a desviar la atención de la opinión pública hacia problemas inexistentes, en el contexto de la crisis económica y del avance del neoliberalismo, en forma de recortes sociales.
España avanza hacia un modelo de sociedad basado en la seguridad y en la represión de lo diverso, y prefiere por ello debatir sobre cuestiones de identidad y de seguridad que no sobre cuestiones de derechos sociales y de ampliación de libertades. Todo esto favorece la derechización de nuestra sociedad, de modo que el debate constituye un triunfo de la extrema derecha, que ha conseguido poner en el centro de la agenda política uno de sus temas preferidos: el miedo al islam.
Pues de eso se trata: el burka es vinculado falsamente a la presencia amenazante del islam, cuyo supuesto machismo y carácter violento justifica medidas represivas. Poco importa que en realidad el burka no tenga nada que ver con el islam, sino con costumbres de determinadas etnias de Afganistán y de Pakistán: los medios se encargarán de vincularlo a las mentes de la ciudadanía. Poco importa que no haya apenas burkas en España: esta prenda pasará a ser uno de los símbolos mediáticos de la presencia del islam. Con ello, lo que se está haciendo es una campaña de promoción de estas prendas, que acabarán siendo adoptadas por determinados grupos situados en la marginalidad: el mecanismo social es de sobra conocido.
Al mismo tiempo, los verdaderos problemas de los musulmanes españoles son ignorados. Los musulmanes no son considerados como ciudadanos, sino como una minoría de la cual sacar votos y noticias. Resulta llamativo el desprecio con el cual nuestra clase política nos trata, como se desentiende de nuestros problemas reales: precariedad social y organizativa, incumplimiento de derechos religiosos, dificultades para abrir mezquitas o para ser enterrados según nuestras convicciones, dificultades para acceder a la alimentación halal, discriminación con respecto a la religión mayoritaria…
Es hora de que nos demos cuenta del papel que la islamofobia ocupa en la política contemporánea. No se trata tan solo del rechazo de un sector de la población por parte de la mayoría, sino de una fobia social inducida desde determinados círculos para justificar un mayor control de los individuos por parte del Estado. La islamofobia traza las fronteras internas de la Europa fortaleza, sometiendo a los inmigrantes musulmanes a un estado subalterno. Están en Europa para ser explotados, no se les permite manifestarse como ciudadanos. Deben ser mantenidos en constante “estado de excepción”, mediante la vigilancia constante y su transformación en “el otro” inasimilable, opuesto a los valores de la “cultura dominante”. La lógica inherente a la islamofobia conduce a una involución de la democracia, la deriva de un modelo basado en los derechos sociales a un modelo basado en la identidad y la seguridad.
Una vez más, el ensañamiento con una minoría discriminada como táctica política. Se puede hablar sin exagerar de una nueva forma de fascismo, que sitúa al islam como enemigo interior. Ya no es solo la extrema derecha: a la islamofobia se apuntan prácticamente todos los partidos. Resulta alarmante la penetración de estos temas en los programas de partidos democráticos, con el pretexto de la lucha contra la “inmigración ilegal”, la promoción de la “cultura dominante”, la “lucha contra el terrorismo” o la protección de la seguridad nacional. Los musulmanes somos vistos como un cuerpo social extraño a nuestra propia sociedad. Cuatrocientos años después de la expulsión de los moriscos, los más oscuros fantasmas de nuestro pasado reviven en forma de atavismos colectivos. La islamofobia es el fascismo del siglo XXI. El circo mediático montado en torno al burka no es sino un episodio más en esta dirección.
Autor: Ahmed Lahori
Fuente. Webislam
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