2. PROCESO DE PRÁCTICA SOCIAL GENOCIDA: EL CASO DE LOS MORISCOS
El proceso se inicia necesariamente con la “definición del otro”. En el
caso de los moriscos, la definición procede de 1502; antes de esta
fecha los moriscos no existían como tales; había personas musulmanas,
cristianas o judías, del Reino de Granada, del Reino de Aragón, o del
Reino de Castilla. Los musulmanes que seguían siéndolo en
los reinos “cristianos” se llamaban mudéjares. Según algunos autores,
eran minorías: aproximadamente el 20% de la población del reino de
Aragón y más de un 30% del reino de Valencia (Carrasco, 2007: 377), pero
otros defienden que hasta el S. XIV también habían sido mayoría en
estos reinos (Echevarría, 2006: 9); en el caso de Granada, nadie duda de
que eran un abrumadora mayoría, por lo que se les llamó simplemente
moros.
La definición de morisco como “musulmán convertidos a la
fe del cristianismo” se hizo tras la publicación del Real Decreto de
los Reyes Católicos (12 de febrero de 1502), en el que se daba a elegir a
los musulmanes que quedaban en sus reinos entre el bautismo y la
expulsión. Nace oficialmente para Granada y los reinos de la Corona de
Castilla el status de morisco. Morisco, en su sentido más propio, es
cristiano nuevo, converso de moro o nuevamente convertido, como aparece
invariablemente en la documentación a partir de esa fecha. “Así de
preciso es su significado, al contrario del uso que en sentido lato se
hacía del término con anterioridad, cuando venia a significar alusivo a
lo moro” (Barrios-Aguilera, 2006: 1).
2. 1. Construcción de la otredad negativa.
Según Feierstein (2007: 220), “la construcción de la otredad negativa
señala el primer momento. Ese otro puede ser inferior, peligroso o
amenazante, pero siempre será incompatible, y la fuerza estatal
reinstalará así la legitimación de su exclusión. Se superará toda traba
moral para la discriminación y deshumanización de un otro que no
encuentra cabida en ese nuevo marco estatal que aspira a la exclusividad
de una etnia, permitiendo que el hostigamiento, el saqueo, la tortura,
las violaciones y los asesinatos se vuelvan explicables, cuando no
legítimos.”
El proceso contra los moriscos empezó con fuerza en
1502, tras su definición, y continuó durante más de cien años. La
comunidad morisca se transformó en un solo morisco, y para los
partidarios de la expulsión todos fueron “uno tan sólo”, ese morisco
único, el morisco que debían eliminar (Perceval, 1997c: 3). Se afirmó
desde entonces el arquetipo de morisco o de “lo morisco”, necesario para
unificar y cosificar a la comunidad, pudiendo así expulsarla. A pesar
de que ya estaban convertidos, era necesario eliminarlos
(Barrios-Aguilera, 2006: 2).
Todas las expresiones de la vida
cotidiana (lengua, baños, comidas, celebraciones, vestidos, alheña,
bailes…) fueron vigiladas y perseguidas por las autoridades y por las
disposiciones desislamizadoras y asimiladoras, denunciadas por las
gentes y castigadas por los inquisidores como cargo de permanencia en la
ley islámica. Algunos ejemplos relacionados con la discriminación y los
estereotipos negativos aparecen recogidos en la tesis de Perceval y en
otra mucha documentación. Veamos algunos ejemplos de la definición de
otredad negativa en los rasgos más básicos de la cultura, como son el
vestido, la comida o las creencias:
2.1.1. Belleza y vestidos.
Se niega una manifestación cultural, el cabello, que es criminalizada,
ridiculizada e impedida. Por ejemplo, Fray Antonio de Guevara en 1528
ordena rasurar a navaja el cabello de todas las mujeres de moriscos,
naturales del marquesado del Zenete, y rasparse la alheña de las manos;
al parecer, con el cabello se hacían tocados y trenzados según costumbre
de África (Nuñez Muley, 2007:16, cit. en Perceval, 1997b: 2).
Además, se les prohíbe igualmente el vestido, los baños, y cualquier
cosa que pudiera significar un exaltamiento positivo de la figura del
morisco. El vestido más característico y más perseguido por las
prohibiciones es la almalafa, pieza de calle, manto largo, a modo de
gran sábana de color blanco, que cubría el cuerpo de la morisca de la
cabeza a los pies; también eran perseguidos la casaca de paseo
generalmente lujosa y de bellos colores y bordados, la aljuba, camisa
holgada, los tocados en la cabeza, las alpargatas o toda clase de joyas
(Barrios-Aguilera, 2006: 5). Todo fue considerado negativo; cualquier
elemento característico así lo era, sin importar que los grandes mantos
fueran de la mejor seda granadina, admirada en todo el Mediterráneo, de
donde surgen posteriormente los famosos “mantones de Manila”; todo tenía
que ser discriminado. Curiosamente la riqueza de sus joyas y vestidos
era ridiculizada, quizás por el esplendor que realmente tenían, a lo que
sólo recientemente se ha tenido acceso en algunos documentos
(Martínez-Ruiz, 1988: 386).
2.1.2. Vino y comida.
Hagan lo que hagan serán culpables. “Si un morisco bebe, esto no será
prueba de su integración sino de la infidelidad a sus principios, lo que
muestra que será infiel a todos, un hipócrita en suma. Si no bebe,
rechaza no sólo el cristianismo sino la civilización, la salud y la
cultura que proporcionan tan preciado bien. ¿Es importante entonces que
el morisco se haya tomado o no una copa de más?” (Perceval, 1997b: 3).
Los moriscos granadinos fueron consumidores de productos hortícolas
(legumbres, verduras), de frutas de toda clase, de cereales diversos y
de arroz. Se ha hecho tópica su afición a los zumos con que acompañaban
las comidas -de naranja, de limón, de mora…-, a los dulces y confituras
de toda especie – mazapanes, turrones, alfajores, pastas, pasteles,
hojaldres, tortas, arrope…, con base en la miel, el azúcar, la almendra,
especias muy diversas y toda suerte de cereales-, a frutas y hortalizas
-membrillo, higos, calabacín, moras, saúco…-; a los frutos secos, a las
pasas, a las aceitunas…; a las gachas; al queso (Barrios-Aguilera,
2006: 4). Esta dieta mediterránea y sana era vista como peligrosa a los
ojos de los representantes del estado-nación, como nos narra Aznar
Cardona en su justificación de la expulsión:
“Comían cosas
viles (que hasta en esto han padecido en esta vida por juicio del
cielo), como sonfresasde diversas harinas de legumbres, lentejas,
panizo, habas, mijo y pan de lo mismo. Con este pan, los que podían
juntaban pasas, higos, miel, arrope, leches y frutas a su tiempo como
son melones, aunque fuesen verdes y no mayores que el puño, pepinos,
duraznos y otras cualesquiera por muy mal sazonados que estuviesen, sólo
fuese fruta, tras lo cual bebían los aires y no dejaban barda de huerto
a vida” (Aznar Cardona, 1612: 35).
Guisaban con aceite,
huyendo de grasas y mantecas propias de los usos castellanos, que los
impregnaba de un olor vivamente rechazado por éstos (y viceversa),
procurando marcar el contraste con la inevitable olla castellana. Y
entre las bebidas, la leche. Seguramente consumieron bastante pescado,
tal como hace sospechar la abundancia de “playeros”, es decir, de
profesionales moriscos encargados del traslado de la costa al interior
(Barrios-Aguilera, 2006: 4).
Otros documentos señalan
nuevamente que los moriscos de la región de Valencia se alimentaban de
pan, miel, uvas, pasas o higos, y los granadinos, de acemita – sopa
compuesta de trigo tostado a medio moler – y de otra sopa hecha con mijo
que se llamaba addara alarabia. Todos comían los productos de
repostería que fabricaban con azúcar, miel y almendras; pero, sobre
todo, su plato típico era el alcuzcuz. Quien lo tomaba, se sabía que era
morisco, y por esta delación culinaria un tal Juan de Burgos fue
llevado en 1583 a la Inquisición de Toledo (Domínguez-Ortíz y Vincent,
1979: 24-25).
La utilización de especias y hierbas aromáticas,
como el cilantro, se asoció a peste, asco o hedor -a pesar de que se les
culpaba de lavarse-, pero sólo revelaba una particular manera de
cocinar, de adobar las carnes y verduras, algo que hacía distintivo al
morisco por la cultura que representaba, por lo que también fueron
castigados, reprimidos y discriminados.
2.1.3. Color de piel
El color por el que se les caracterizaba era el moreno, piel “que no es
del todo negra, como la de moros”. Son expresiones de la época, y si
Vincent Bernard y otros historiadores señalan que eran igual que todos
los españoles, el estereotipo de negro y de moreno crece.
2.1.4. Habla
La lengua tiene la máxima importancia. Los moriscos granadinos hablaban
el árabe vulgar o dialectal, que los cristianos viejos denominaban
algarabía, por oposición a la aljamía, que era el castellano. El número
de los que hablaban el castellano era desigual, pues estaba condicionado
por el medio geográfico, el sexo, la profesión y la situación
económica. Hablaban castellano más en la ciudad que en el medio rural
-muy poco en las Alpujarras y otras zonas montañosas apartadas-, y los
hombres más que las mujeres, y especialmente los de las clases
pudientes, obligados al trato con los cristianos viejos por causa de los
negocios o profesión.
El árabe fue una de las señas de
identidad características, irreductible, tanto por convicción como por
la dificultad de aprendizaje del castellano (Barrios-Aguilera, 2006: 5).
Pero la algarabía se ve como una amenaza; ininteligible para el
cristiano, éste la siente como un vehículo a través del cual se urden
traiciones y conspiraciones. Las inocentes conversaciones de
mercachifles, buhoneros y hortelanos, las zambras para celebrar
cualquier acontecimiento, cualquier manifestación en esta extraña
“jerga”, eran percibidas como peligrosas por el estado. La algarabía no
era vista como una lengua con sus reglas aparte ni como una forma de
pronunciación diferente, sino como una invitación a la rebelión, a la
unión, en definitiva, como una amenaza.
SanLuis Bertrán
prescribe que “se prohíba a los moros el hablar algarabía señalando por
castigo que no se pudiesen casar ni los hombres ni las mujeres, hasta
que hablasen y entendiesen nuestro vulgar” (Fonseca, 1612: 459, cit. en
Perceval, 1997b: 33). La destrucción de bibliotecas y de testimonios de
la lengua escrita -libros aljamiados o árabes- está muy documentada:
transcripciones coránicas, libros religiosos con hadices del Profeta,
sermones, libros de cultura general, científicos o médicos, e incluso
libros de profecías, magia o cuentos. “No sólo no aprobaban el estudio
de la lengua arábiga, antes eran del parecer que convenía desterrarla
del todo de los reinos de España como perniciosísima a toda ella”
(Fonseca, 1612: 459, cit. en Perceval, 1997b: 35). Se llegó a dar
entidad a la lengua como un objeto peligroso. Y el proceso continuó:
algarabía pasa a ser gritos, confusión, en lugar de lengua árabe; todo
se les prohíbe, incluido el casamiento, el baile, y cualquier
manifestación. Si hablaban castellano y se les notaba, aunque fuese el
acento, o si se callaban para que no se notase. Nuevamente, hicieran lo
que hiciesen, estaban condenados. Eran “los otros”, como nos los
describe Aznar Cardona:
“Eran torpes en sus razones, bestiales en su discurso, bárbaros en su lenguaje, ridículos en su traje,….
“Eran muy amigos de burlerías, cuentos, berlandinas y sobre todo
amicissimos (y assi tenian comunmente gaytas, sonajas, adufes) de
baylas, danças, solazes, cantarzillos, alvadas, passeos de huertas y de
fuentes, y de todos los entretenimientos bestiales en que con
descompuesto bullicio y gritería, suelen yr los moros villanos
vozinglando por las calles. Vanagloriavanse de baylones, jugadores de
pelota y de la estornija, tiradores de bola y del canto, y corredores de
toros, y de otros hechos semejantes de gañanes.” (Aznar Cardona, 1612:
35).
2.1.5. Supersticiones.
Los cronistas e
historiadores tempranos difundieron la afición de los moriscos a todo
tipo de prácticas supersticiosas -seguramente no más abundantes que las
de los cristianos viejos, pero sí diferentes-. La hechicería se
concretaba en la fabricación y posesión de talismanes y “nóminas de
moros o herejes, conteniendo invocaciones a Alá”, que en diversas formas
se colgaban del cuello o se escondían en lugares apartados de la casa,
con letras o insignias como la “mano de Fátima”, la luna y otras
inscripciones. La hechicería estaba relacionada con la magia y a veces
con lo demoníaco (Barrios-Aguilera, 2006: 3). Profecías y pronósticos se
interpretaban como una tendencia natural del morisco a enlazar con la
progenie oriental de su cultura, y por consiguiente como un rasgo más
para definirlo como diferente, negativo, los otros.
2.1.6. Aseo.
Entre las más arraigadas costumbres moriscas estaban los baños, que
practicaban hombres y mujeres con asiduidad, en instalaciones públicas y
privadas, tanto por limpieza como porque eran fundamentales en la
purificación ritual que debía de preceder a la oración. Están
documentados numerosos casos en que se les procesa por bañarse: el baño
se torna peligroso porque se asocia a la ablución islámica. En un día de
calor, un jardinero de origen morisco se refresca en un pozo, y su baño
le cuesta la delación y el consiguiente proceso inquisitorial
(Perceval, 1997b: 4).
الأخ يوسف إسباني السلام عليكم و رحمة الله و بركاته اللَّهُمَّ أَعِزَّ الْإِسْلَامَ وَ الْمُسلِمِين "Decid siempre la Verdad para agradar al "Rahman", El Más Misericordioso de entre los misericordiosos, no para agradar a los hombres, Quien la calla es un Shaytan Mudo"... Y; وَاتَّقُواْ اللّهَ وَاعْلَمُواْ أَنَّ اللّهَ مَعَ الْمُتَّقِينَ … Temed a Allah -exaltado sea- y sabed que Él está con los que le temen... لا تقلق النصر قريب ان شاء الله Luthfuláh Yusúf Galán, Abu Salman al Murabit.
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