sábado, 10 de marzo de 2012
Capítulo IV - La concepción racista del sionismo
Nathan Birnbaum |
«Nathan Birnbaum,[1]
quizá el primer intelectual sionista —él fue quien acuñó el término “sionismo”
en 1890—, recogió el razonamiento donde Hess lo había dejado:
“No se puede explicar una
particular distinción mental y emocional de un pueblo si no es por medio de las
ciencias naturales. “La raza lo es todo”, dijo nuestro gran compatriota lord
Beaconsfield [Benjamin Disraeli].[2] La
singularidad del pueblo procede de la singularidad de la raza. La variedad de
razas explica la gran diversidad de naciones. La diferencia entre las razas es
la razón por la que el alemán o el eslavo piensa de manera diferente al judío.
Esta diferencia es la que explica por qué los alemanes crearon el ‘Cantar de
los Nibelungos’ y los judíos la Biblia.”[3]
Para Birnbaum, ni el lenguaje ni la cultura, sino
solamente la biología, podían explicar el ascenso de las naciones; de otra
forma no se podía explicar la existencia de la nación judía cuya progenie
estaba inmersa en diversas culturas nacionales y hablaban diferentes lenguas.
[…] Cuando en 1899 Houston Stewart Chamberlain publicó su famosa obra racista The Foundation of the Nineteenth Century,[4]
Birnbaum se mostró comprensivo con ella, rechazando solamente la errónea
posición antisemita del pensador británico. Los judíos no eran una “raza
bastarda” como sostenía Chamberlain; realmente habían conservado su linaje
casándose solamente entre ellos y, además, eran una parte integral de la raza
blanca.»[5]
Max Nardau |
Edouard Drumont y la primera plana de «La Libre Parole» |
Los sionistas, a diferencia de la mayoría de judíos
emancipados o asimilados, aceptaban la idea racista de que los judíos son un
pueblo que estaba en países extraños entre gentes extrañas con las que no se
podían asimilar. El único país para los judíos era el de sus “antepasados”,
Palestina. Aquí, los sionistas estaban totalmente de acuerdo con los
antisemitas. Los sionistas estaban también de acuerdo con los antisemitas en
que la mezcla de razas y los matrimonios mixtos eran malignos, no sólo en el
plano religioso y cultural, sino por la mezcla de sangre, la raza debía
conservarse pura.
A seis años de haber finalizado la segunda guerra
mundial, el historiador judío Bruno Blau se atrevió a escribir estas líneas en
una revista mensual política alemana: «Por
muy extraño que parezca, el Estado de Israel tiene una deuda de gratitud por
los doce años que duró el “milenario Reich” de Hitler, porque sin el potencial
antisemita de los nazis nunca las Naciones Unidas habrían decidido su apoyo
para un estado judío en la
Palestina árabe.»[9]
Benjamin Disraeli |
Julien Benda |
[1] Nathan Birnbaum (1864-1937), filósofo
judío de nacionalidad austríaca; sus padres provenían de Galitzia (hoy Polonia)
y Hungría. En 1885 fundó y editó el primer diario nacionalista judío en alemán,
Selbstemanzipation (Autoemancipación),
donde acuñó el término “sionismo” en 1890. Siete años más tarde fue
oficialmente adoptado por el Primer Congreso Sionista. El nombre proviene de
Sión, antiguo nombre hebreo de la colina más oriental de la ciudad de
Jerusalén, que se encuentra entre los valles de Kidron y Tiropeón, conocida
como el monte del Templo. Desde el año 691 a.C. se encuentra allí el Haram ash-Sharif
(“el venerable santuario”), lugar sagrado del Islam que contiene numerosos
edificios, como el Domo de la
Roca y la
Mezquita al-Aqsa (“la lejana”).
[2] Benjamin Disraeli, conde de Beaconsfield
(1804-1881), escritor y primer ministro británico (1868 y 1874-1880), nacido en
Londres el 21 de diciembre de 1804. Era hijo de Isaac D’Israeli (1766-1848), un
hombre de letras inglés, hijo de Benjamin D’Israeli, un comerciante italiano de
origen judío que viajó desde Toscana a Inglaterra en 1748. Disraeli avaló personalmente
un préstamo de 4 millones de libras en 1875 destinado a comprar para el
gobierno británico las acciones del Canal de Suez, en poder del jedive de
Egipto, con el fin de proteger la conexión principal con las colonias. Fue aún
más lejos en su política imperial al crear el título de emperatriz de la India para la reina Victoria en
1876. Ésta le recompensó concediéndole el título de conde de Beaconsfield en
ese mismo año, en reconocimiento a sus servicios. «la toma de Chipre por los
ingleses fue un gran éxito del primer ministro Disraeli, quien había proclamado
que el que quiera dominar Asia debe tener a Chipre en su poder. Él ofreció
Chipre a la reina
Victoria como regalo para la promoción de las pretensiones
imperialistas del Imperio Británico» (Constantino Spyridakis, Alejandro Zorbas
y Nikiforos Nicolaides, Breve historia de
Chipre y los últimos 30 años, 1968-1998. Santiago: Centro de Estudios
Griegos, Bizantinos y Neohelénicos, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile,
1999, p. 148). La reina, como premio a tan calificados servicios a la corona,
le ofreció la concesión de un ducado como recompensa.
[3] De “Nationalism and Language”, un
artículo escrito en 1886, citado por Joachim Doron en The Zionist Thinking of Nathan Birnbaum, Jerusalén, The Zionist
Library, 1988 (en henreo), p. 177.
[4] Houston Stewart
Chamberlain, The Foundations of the
Nineteenth Century. A translation from the German by John Lees, with an introduction
by Lord Redesdale. London
and New York: John Lane, 1911. Esta obra, publicada originalmente en alemán
como “Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts” [Los cimientos del siglo
XIX], sería de vital importancia en la ideología del nazismo en Alemania y el
fascismo en Italia.
[5] Shlomo Sand, La invención del pueblo judío. Madrid: Ediciones Akal, 2011, pp.
276-277.
[6] Max Simon Nordau (1849-1923), nacido
Simon Maximilian Südfeld en Pest (Hungría), fue un líder sionista y médico. En
1903, el gobierno británico le propuso a Herzl Uganda, en realidad una parte de
Kenya, en África, como “Tierra Prometida de alternativa”. Herzl, apoyado por
Max Nordau, presentó esta proposición ante el VI Congreso Sionista en agosto de
1903. Se produjo un escándalo: 295 delegados votaron a favor, pero 177 lo
hicieron en contra y abandonaron la sala del Congreso. Herzl no tuvo más
remedio que dar marcha atrás, declarar que aquello sólo era una etapa y que la
meta final no podía ser otra que Palestina. Seis meses después de aquella
crisis, en París, un sionista ruso “antiugandista”, Chaim Selig Luban,
disparaba una bala de revólver contra “Nordau, el ugandés”. El atentado
fracasó. «En 1904 muere Herzl, y al año siguiente, durante el séptimo congreso,
se abandona definitivamente el programa “Uganda”.» (Isidro González García, El retorno de los judíos. Madrid:
Editorial Nerea, 1991, p. 51).
[7] Édouard Drumont (1844-1917) fue un
periodista y escritor católico, antisemita, antimasónico y nacionalista francés.
En 1890, Drumont fundó la Liga
Nacional Antisemita de Francia. Para
amplificar su campaña, lanza el 20 de abril de 1892 ‘La Libre Parole’ (La Palabra Libre),
publicación que tiene como subtítulo: “Francia para los franceses”. En sus
artículos declara que el sistema político-financiero está de modo casi íntegro
en manos de los judíos. Por ejemplo decía: “Los
judíos entran pobres en un país rico y salen ricos en un país empobrecido.”;
“Las inmensas fortunas judías, las casas
de campo, los hoteles judíos, no son fruto de ningún sudor efectivo, ni de
producción alguna; son solamente la prelibación de una raza dominadora sobre
una raza avasallada. Es cierto, por ejemplo, que la familia de los Rothschild,
que como todo el mundo sabe, posee tres mil millones, solo por parte de
Francia, no los tenía cuando se presentó entre nosotros. Ella no hizo invento
alguno, ni descubrió minas, no ha trabajado tierras, luego ha sacado de los
franceses estos tres mil millones sin darles nada a cambio.”
[8] La
Libre Parole, París, 21 de diciembre de 1903. Citado por
Lenni Brenner:2011, p. 46.
[9] Bruno Blau, “Der Staat Israel im Werden” [El Estado de Israel en
formación], Frankfurter Hefte,
diciembre 1951.
[10] Paul Johnson, La historia de los judíos. Buenos Aires: Javier Vergara Editor,
1991, p. 329.
[11] Julien Benda (1867-1956), filósofo y escritor francés, partidario
del intelecto comprometido y del racionalismo. A Benda ahora se lo recuerda
sobre todo por su breve libro de 1927 “La trahison des Clercs”, una obra de
cierta notoriedad en su día. El título de la traducción al inglés fue The Betrayal of the Intellectuals (‘La
traición de los intelectuales’), si bien “La traición de los doctos” habría
sido más exacta. Este ensayo polémico argumentó que los intelectuales franceses
y alemanes en los siglos XIX y XX habían perdido a menudo la capacidad de
razonar desapasionadamente acerca de los asuntos políticos y militares, y se
convirtieron en apologistas del nacionalismo vulgar, guerrerista y el racismo.
Benda reservó sus críticas más duras para sus colegas franceses Charles Maurras
(1868-1952) y Maurice Barrès (1862-1923).
[12] Julien Benda, La jeunesse d’un clerc. Paris: Gallimard, 1936, p. 210. Citado en
Stephen Wilson, Ideology and Experience:
Anti-Semitism in France at the Time of the Dreyfus Affair. New York: The
Littman Library of Jewish Civilization, 1982, p. 410.
[13] Albert S. Lindemann, Esau’s Tears:
Modern Anti-Semitism and the Rise of the Jews. Cambridge: Cambridge University
Press, 2000, pp. 90-91.
[14] Paul Johnson:1991,
p. 329. Véase Simone Beate Borgstede, “All
is Race”: Benjamin Disraeli on Race, Nation and Empire. Wien und Berlin:
Lit Verlag, 2011.
http://nazismosionismo.blogspot.com.es/2012/03/capitulo-iv-la-concepcion-racista-del.html?spref=fb
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